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viernes, 8 de noviembre de 2013

CODICIA

La codicia es el deseo excesivo de querer poseer cada vez más, tanto bienes materiales como propiedades y características (aptitudes y actitudes) de otra persona aunque eso perjudique a otros. 

La persona codiciosa es aquella que nunca esta conforme con lo que tiene y quiere más de los que no tiene  o tienen los demás, y no para hasta conseguirlo.

Los codiciosos son espíritus derrochadores porque no aprecian lo que tienen y envidiosos porque siempre ansían poseer lo que tienen los demás  La codicia material  se va transformando en codicia espiritual (la base de pensamiento, comportamiento y actuación de cada persona). Cuando la persona intenta, consciente o inconscientemente,  atraer la atención de otras personas para satisfacción de sí misma, manipulando los sentimientos para que los demás estén pendientes de ella el máximo tiempo posible, sin preocuparle si esa forma de actuar vulnera o fuerza el libre albredrío de la persona a la que quiere atraer.

La persona dominada por la codicia espiritual tiene gran dificultad en respetar a los demás ya que suele pensar sólo en sí misma. Busca llamar la atención a cualquier precio y suele utilizar el victimismo para conseguirlo.

El que sufre de apego suele ser una persona absorbente (codicia espiritual). A dicha persona se le suele despertar la envidia o sentimiento de animadversión hacia aquella que posee lo que uno desea y no tiene. Y este objeto de deseo puede ser una posesión material y/o personal.

Una persona es absorbente de otra cuando obliga, engaña y manipula, en definitiva cuando vulnera el libre albredrío de los demás, siendo incorrecta dicha postura, las personas absorbentes creen que deben ser queridas o atendidas en sus necesidades por encima de cualquier circunstancia o persona/s dentro de la familia o amigos, y están obligados a ello por su condición inherente de filiación y/o amistad.

En el orgullo y la soberbia la codicia espiritual/personal va disminuyendo progresivamente y es vencida por la generosidad emocional.

El amor se ha de dar libremente, no por obligación cultural, social o humanitaria, el amor no es una herramienta de condicionamiento.

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