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martes, 28 de agosto de 2018

El grito

A veces me sorprendo levantando la voz y realmente no me gusta. Imagino que a nadie le gusta gritar, es un recurso para llamar la atención que solamente debería ser usado en caso de extrema necesidad (salvar la vida, advertir de un riesgo inminente, desahogo, etc.)
Lo que observo es que todos los adultos lo utilizamos para dirigirnos a los pequeños. No solamente en casa, en las aulas de los colegios también. 
Hoy la abuela ha gritado un "¡¡¡¡¡NOOOOOO!!!!!!!" que me ha hecho saltar, me ha sobresaltado de tal manera que he salido corriendo a ver qué ocurría. Se trataba de que el niño se estaba limpiando la boca con un objeto indebido. A la pregunta que a qué ese grito, la respuesta ha sido más que esclarecedora: "para no pegarle un sopapo". Luego quiere decir que el grito es un recurso para evitar la llamada "violencia física" sobre el niño, esa que cuando yo era la niña sí que ejerció en más de una y dos ocasiones. 
Indagando sobre el tema he encontrado alguna ayuda que nos da unas buenas razones para dejar de gritar:

  1. Gritar convierte a los niños en sordos
Cualquier explicación o aprendizaje que queramos darles con el grito será inútil, porque los oídos de nuestros hijos se cierran automáticamente después de oírlo. Después de una interacción negativa nadie está dispuesto a escuchar con verdadera atención y con ganas de aprender y mejorar, eso solo se consigue con interacciones positivas. Si queremos hacer mejores a nuestros hijos, no lo conseguiremos a gritos.
  1. Gritar no ayuda a gestionar las emociones
    Gritar asusta a nuestros hijos
    Gritar los aleja
    A más gritos, menos autoestima
Nosotros somos un ejemplo de comportamiento de nuestros hijos.Cuando perdemos el control y gritamos, lo que les enseñamos es a gestionar la ira y la rabia con agresividad. Conseguiremos unos adolescentes llenos de rabia que gritan y pierden el control delante de la explosión de emociones que se tiene en esa etapa evolutiva. Si nosotros ayudamos a nuestros hijos a gestionarlo de otra manera, con autocontrol, con calma, hablando abiertamente de las emociones en casa, ellos aprenderán a dar respuestas más adecuadas a la ira y a la rabia. Si oyes gritos aprendes a gritar.
Ellos sienten miedo al principio y después rabia e impotencia. ¿Es miedo lo que queremos que sientan nuestros hijos? Seguro que no, nuestra intención cuando gritamos es que obedezcan, que aprendan, que hagan lo correcto, que nos respeten, etc… pero no queremos provocarles miedo. Por lo tanto, con nuestra actitud no conseguimos el efecto que queremos: el respeto se gana respetando, la obediencia se gana con paciencia, los aprendizajes requieren un tiempo y un esfuerzo y que hagan lo correcto dependerá en gran medida de nuestro propio comportamiento.
Cada vez que les gritamos, ponemos una piedra de un muro que nos separa. Perdemos autoridad positiva, perdemos respeto, perdemos comunicación, ganamos distancia, ganamos frialdad en las relaciones, ganamos más gritos y ganamos malestar emocional.
Educar a gritos tiene un efecto nefasto sobre la autoestima de nuestros hijos. Lejos de sentir que estamos orgullosos de sus logros y sus esfuerzos, lo que sienten es que nunca están a la altura, hagan lo que hagan, siempre aparecen los gritos y borran cualquier sentimiento de haber hecho algo bien.
Me propongo no volver a gritar a los niños...al fin y al cabo son niños y es difícil captar su atención para según que cosas y las que les son impuestas pues cuesta más, es un desafío.

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