Pablo, de profesión abogado, estaba muy agobiado con su sufrimiento. Él rezaba cada día a Dios.
Pablo.-"¿Por qué yo?. Todos parecen tan felices, por qué soy el único que sufre". Un día fuera de sí por la desesperación, rezó a Dios.
Pablo.-“Puedes darme el sufrimiento de cualquiera y lo aceptaré, pero toma el mío, ya no lo soporto más”.
Esa noche tuvo un hermoso sueño y muy revelador. Soñó que Dios se le aparecía en el cielo y les dijo a todos:
“Pongan todos sus sufrimientos dentro del templo”
Todos estaban cansados de su sufrimiento. De hecho, todos han rezado alguna vez.
“Puedo aceptar el sufrimiento de cualquier persona, pero llévate el mío; esto es demasiado, es insoportable”.
Así, todos juntaron sus sufrimientos en una bolsa y llegaron al templo, se veían felices; el día había llegado, sus plegarias habían sido escuchadas. Y Pablo también se apresuró al templo.
Y Dios manifestó lo siguiente:
“Pongan sus bolsas en las murallas”
Y eso hicieron y entonces Dios declaró:
“Ahora puede cada uno escoger tomar cualquier bolsa”.
Y lo más sorprendente fue que Pablo que había rezado siempre, corrió hacia su propia bolsa para que nadie la tomara. Pero él tuvo una sorpresa porque cada uno tomó su propia bolsa y todos estaban contentos de elegir de nuevo.
Por primera vez, cada uno vio las miserias ajenas.
"¡Sus sufrimientos eran iguales o más grandes!"
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