En la antigua Grecia,
cuando una mujer sufría de histeria, se decía que padecía de "útero
ardiente", luego en la
Edad Media se la denominó como "sofocación de la
matriz" y se suponía que su causante era la abstinencia sexual, ya que
ésta provocaba la retención del “esperma femenino”, responsable del
padecimiento.
De hecho existió una
época en la que se recomendó que la comadrona se impregnara un dedo en aceite
de lirio o de nardo, que lo introdujera en la vulva de la mujer histérica y lo
agitara fuertemente.
Más formalmente, se
aconsejaron las relaciones sexuales, por lo que muchas veces la maternidad
acabó transformándose finalmente en el tratamiento salvador de las mujeres
histéricas.
En la Inglaterra victoriana
del siglo XIX, los médicos solían combatir la histeria femenina acariciando
manualmente el clítoris de las pacientes hasta que pudieran alcanzar el
orgasmo, que en esa época era conocido como paroxismo histérico, puesto que
consideraban que el deseo sexual femenino reprimido era una enfermedad.
Ya cansado y adolorido
de utilizar su mano, el doctor Joseph Mortimer Granville desarrolló el primer
vibrador eléctrico en la década de 1880.
El objetivo era
utilizarlo en su consultorio como una herramienta terapéutica contra la
histeria, que en aquellos años asolaba a las mujeres como una especie de
epidemia.
El único problema era
su tamaño industrial.
La paciente se tumbaba
en un diván y el doctor le aplicaba el vibrador electromecánico en la
entrepierna, consiguiendo un orgasmo en unos 10 minutos, más o menos.
Lo más curioso es que
en aquella época se consideraba impropio que una mujer entrara sola al
consultorio de un médico, por lo que generalmente las madres y en algunos casos
los maridos de las pacientes, se sentaban tranquilamente a un lado de la
camilla mientras el médico masturbaba a su hija o esposa.
Como naturalmente
resultaba un tanto engorroso acudir al médico para ver como a la paciente le
aliviaban la histeria, el potencial mercado para los vibradores de mano era
enorme, y esto fue aprovechado enseguida por la empresa Hamilton Beach que los
patentó en 1902.
Para esa época, el
vibrador personal fue el tercer aparato eléctrico disponible en los hogares,
solamente precedido por la nevera y el ventilador, pero mucho más antiguo que
la plancha eléctrica, la licuadora y la aspiradora. Las mujeres podían comprar
sus aparatos por correo ya que se anunciaban normalmente en revistas de
decoración y bordado.
Por ejemplo, un
anuncio de 1910 decía:
"La cura al
envejecimiento ha sido descubierta en las vibraciones.
Los más grandes
científicos dicen que le debemos no sólo nuestra salud sino también la misma
vitalidad a esa fuerza maravillosa.
La vibración promueve la vida y el vigor, la
fuerza y la belleza.
Si su cuerpo vibra,
usted se sentirá bien y no enfermara jamás."
Su comercialización
llegó a tal extremo que algunos modelos incluían un recambio adaptable que
convertía al vibrador en una batidora.
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