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miércoles, 17 de diciembre de 2014

Historia real navideña

Con la persistencia que sólo los murcianos tienen, Pencho, se enfrentaba aquella tarde del 4 de diciembre de 2014 a una entrevista más para intentar conseguir un empleo. Llegando a la oficina ubicada en el Polígono Industrial Oeste (San Ginés-Murcia) que le indicaron, se produce la siguiente entrevista con el gerente.


Gerente.-"¿Cuál fue su último salario?".
Pencho.-"Salario mínimo".
Gerente.-"Pues me alegra informarle que si usted es contratado por nosotros, su salario será de 17.000 euros por mes".
Pencho.- "¿Brutos o limpios?".
Gerente.-"¡Por supuesto, descontadas las retenciones!. Y dígame, ¿qué coche tiene usted?".
Pencho.-"La verdad es que yo tengo un utilitario para vender cositas en la calle y un tenderete para vender en los mercadillos…".
Gerente.-"Entonces, sepa que si usted viene a trabajar con nosotros, inmediatamente, le daremos un BMW convertible último modelo y un Audi A8 para uso de su esposa, ambos  kilómetro cero".
Pencho.-"¿Seguro…?"
Gerente.-"¡Sí señor!. Y a todo riesgo. ¿Usted viaja con frecuencia al exterior?".
Pencho.-"Verá usted,… lo más lejos que yo viajo, es a Lorca a visitar unos parientes".
Gerente.-"Pues si usted trabaja aquí, viajará por lo menos 10 veces por año, con agendas entre París, Londres, Roma, Mónaco, New York, Moscú… entre otros
paíises.
Pencho.-"¿Sííiii…?"
Gerente.-"Es como le digo, señor Calatayud García… y le digo más, ¡el empleo es casi suyo!. No puedo confirmarle 100% ahora, porque tengo que cumplir con el requisito de informarle antes a la Junta Directiva, ¡pero está casi garantizado!. Si hasta mañana viernes, a las 12:00 de la noche, usted no ha recibido un telegrama de nuestra empresa cancelando todo el proceso, significa que puede venir a trabajar el martes, 9, a las 8:00 de la mañana".


Pencho salió radiante de la oficina. Ahora era sólo esperar hasta la medianoche del viernes y rezar para que no apareciera ningún maldito telegrama. Al dí­a siguiente todo era optimismo. No podía haber existido un viernes más feliz que aquel. Pencho reunió a toda la familia y les contó las buenas noticias. Después convoco a todos los amigos, familiares y vecinos y les informó que iba montar una fiesta gigante, con música en vivo y bebidas para todos los gustos, a la cual estaban todos invitados. Cuando fueron las 5:00 de la tarde del viernes ya se habían consumido varios barriles de cerveza y muchos kilos de costillas de cordero. Conforme avanzaba el día, más personas llegaban y la alegría desbordaba.


A las 9:00 de la noche el barrio estaba extasiado y la fiesta herví­a. La banda de música tocaba sin parar en tarimas improvisadas, el pueblo bailaba y comía, mientras la bebida circulaba sin cesar.

A las 10:00 de la noche la mujer de Pencho empezó a preocuparse, pues le parecía que aquello ya era demasiada exageración… pero todo continuaba.
La vecina buenorra, la más apetecida del barrio, ya comenzaba a bailar desenfadada y a apretarse contra Pencho, haciéndole descarados coqueteos.

La banda seguí­a tocando, el volumen aumentaba, la cerveza corría por litros en las venas de los asistentes, el pueblo bailaba desaforado, la carne humeaba en las parrillas y era consumida en cantidades bestiales.


A las 11:00 de la noche Pencho ya era el rey del barrio. Las cuentas de gastos, para divertir y para llenar la barriga del pueblo, a esas alturas ya sumaban cifras gigantes… ¡pero todo sería por cuenta del primer salario!

La mujer de Pencho seguí­a medio afligida, medio preocupada, medio celosa, medio resignada, medio alegre, medio borracha, medio boba y medio asustada.

Once horas y cincuenta y tres minutos (23:53)… y doblando la esquina, al final de la calle, aparece un motociclista loco, entrando en la calle de la fiesta a toda velocidad y tocando insistentemente el pito de la moto. ¡¡¡Era el cartero!!!

La fiesta paró en 1 segundo… La banda se silenció al unísono. El primo de Pencho se atragantó con una patata frita. Un borracho eructó. un perro comenzó a aullar… ¡¡¡ Dios mío!!!. ¿Y ahora quién va a pagar la cuenta de esta fiesta?.

Pobrecito Pencho…” era la frase que la multitud murmuraba y se repetí­an unos a otros. Tiraron unos baldes de agua encima de las parrillas de la carne y hasta los carbones humeantes parecían llorar.

Desconectaron los refrigeradores todavía rebosantes de cerveza. Los músicos se bajaron de la tarima. La mujer de Pencho se desmayó cuando la moto del correo paró frente a su casa y preguntó:


Correo.-"¿Señor Pencho Calatayud García?".
Pencho.-"Sí, sí… sí se… sí señor… soy… soy yo…".

La multitud no resistió más.

Un "Oooohhhh" apesadumbrado se escuchó por todos los alrededores. Algunos comenzaron a recoger sus cosas para retirarse a sus casas. Las mujeres lloraban abrazadas. Los hombres se daban palmaditas de consuelo en los hombros, los unos a los otros. El mejor amigo de Pencho estrellaba repetidamente su cabeza contra la pared. La vecina buenota se componía la falda y se arreglaba el cabello.

Correo.-"¡Telegrama para usted…!".

Pencho no lo podí­a creer. Agarró el telegrama con sus manos temblorosas y con los ojos llenos de lágrimas. Irguió la cabeza y miró con valentía y tristeza a toda la multitud que aguardaba expectante.

Un silencio total se apoderó del barrio… Respiró profundo y comenzó a abrir el telegrama. Sus manos temblaban y una lágrima se deslizó, cayendo sobre el pavimento. Miró de nuevo a todos los que hacía minutos lo idolatraban; todo era consternación general. Logró sacar el telegrama del sobre, lo abrió y comenzó a leer. El pueblo aguardaba en silencio y se preguntaba: ¿Y ahora quién va a pagar toda esta cuenta?

Pencho comenzó a leer el telegrama. A medida que lo hacía su rostro cambiaba de expresión y fue quedando muy, muy serio. Terminó su lectura y se quedó abstraído, mirando hacia la nada. Levantó de nuevo el papel y volvió a leerlo. Al final dejó caer los brazos, levantó lentamente la cabeza, sacó el pecho y miró al pueblo que lo esperaba.

Entonces… una sonrisa comenzó a dibujarse lentamente en el rostro de Pencho. En ese momento comenzó a saltar, a aullar de felicidad, brincando como un niño, abrazándose con los que estaban a su lado en la mayor demostración de felicidad vista, mientras gritaba eufórico.

Pencho.-"¡¡¡¡Se murió mi  SANTA MADRE………………!!!  ¡HAY TRABAJO!

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