Los colegios de Infantil y Primaria deberían distanciarse más de su función única de escolarizar, de la lucha ideológica
ancestral de grupos o fines políticos, y actuar en mayor medida como motor real
de avance social y cultural e incentivar también desaprendizajes para
derribar o, al menos, confrontar tabúes en las aulas en su debido contexto y
edad.
Sirva como ejemplo tratar en los colegios los distintos e igualmente
válidos modelos actuales de familia, el hecho natural del suceso muerte, la
visión no necesariamente fatalista de una separación, el concepto tremendamente
enriquecedor de la coexistencia de culturas y religiones cuyo conocimiento
respectivo proyecte su tolerancia o la existencia de diferentes sexualidades.
Reaprender el verdadero y útil sentido de la evaluación como motor de
aprendizaje y no solo como constatación de saberes, propios del
positivismo del siglo XIX cuando se asumía el mundo como predecible,
cuantificable y medible, nada más lejos de la realidad actual. Reaprender y
evolucionar de un continuo uso de las tecnologías de la información a las del
aprendizaje. Desaprender las fronteras entre
virtual y físico y asimilar el concepto de sociedad líquida de Bauman.
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