Hoy en día, debemos tomar conciencia de que vivimos en una sociedad donde estamos sometidos al
control, observación y espionaje de todos nuestros datos digitales (de los
cuales se apropian las empresas para su comercialización y venta a otras
empresas, o que utilizan sin recato los poderes gubernamentales bajo el
paraguas de la seguridad), por lo que cualquier ciudadano debe saber que
solamente las actividades que realizamos sin conectividad conservan la
posibilidad de ser privadas. Desconectarse conscientemente, en consecuencia,
también es evitar la vigilancia y el control permanentes y por tanto hacer uso
pleno de la libertad como ciudadano y sujeto.
Sé por experiencia propia que la capacidad para tomar decisiones
intencionales para realizar un uso consciente y crítico de la tecnología no
surge espontáneamente. Esta competencia necesita ser educada. Requiere de una
persona con conocimientos tecnológicos básicos, con un acerbo cultural sólido,
con una identidad plena y equilibrada de sí mismo y que disponga de valores y
principios anclados en una moralidad sana. Por ello, considero que en el
contexto de la educación escolar así como en la educación informal desarrollada
en el contexto de los hogares hay que “educar para la desconexión”,
para que un
niño o adolescente aprenda a controlar el uso que realiza de la tecnología, y
no al revés. Es como la alfabetización tecnológica, también llamada competencia digital.
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