Me encanta este cuento que quiero compartir con todas las personas que eran, son y serán pequeños locos bajitos.
En un país de colores con
butacas y botones, existió una vez un mago con el pelo alborotado.
Era un mago vanidoso, despistado
y cariñoso, pero de todos sus hechizos con conjuros y lechuzas, tan sólo le
salían unas grandes chapuzas.
El vecindario le pedía ayuda
todos los días, querían ser felices y vivir con alegría. Por más que lo
intentaba, la magia no le ayudaba y este mago vanidoso creyó ser un patoso. Decidido
a abandonar y retirarse del oficio, en aquel mismo momento se le vino a la
memoria un conjuro milenario con muchos años de historia.
Si quería conseguir que
todos vivieran en un mundo feliz necesitaba ingredientes con olor a regaliz. Mientras
buscaba cogió su olla y con gran emoción, comenzó este conjuro en forma de
poción:
Mago:
“Un poco de
jazmín que las tareas te ayude a compartir !.
¡ Una pizca de sal para poder
abrazar !,
Una
ramita de romero para solucionar los enfados con tus compañeros !,
¡ Unas
cuantas setas que te ayuden a dejar atrás las rabietas!,
¡ Unas migas de pan para
tratar a todos por igual !,
¡ Un calabacín que te ayude a sonreir !,
¡ Con una
hoja de acebo, se te quitará el miedo !,
¡ Con un pedacito de
queso podrás repartir miles de besos !,
¡ Un par de boniatos para los buenos
tratos !,
¡ Y por último, regaliz que te ayude a ser feliz !.
Este mago vanidoso ya
dejó de ser patoso.
Agita la varita con
buen trato y con cariño, repitiendo estas palabras, lanzándonos un guiño: ABRACADABRA,
ABRACA-DÚ,
Si crees en
la magia, la magia eres tú.
(
Zahida Rodríguez )
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