La familia es un ámbito educativo más,
donde las niñas y los niños aprenden un conjunto importante de formas de
relacionarse con la realidad.
El orden establecido entre los hombres y
las mujeres de cualquier unidad de convivencia es, en cierta medida,
responsable del significado que le dan a su sexo las niñas y niños que
comparten ese espacio.
Es importante que madres y padres
entiendan que no basta con estudiar y
aplicar conceptos. Además, es conveniente pararse, antes de nada, a revisar si
en casa existe una coherencia real entre discurso y comportamiento.
Las niñas y los niños se impregnan y
empapan mucho más de gestos, comentarios, actitudes, decisiones y reacciones
cotidianas que de una charla puntual que se tenga con ellos.
En las familias, se pone en juego la responsabilidad de los adultos de educar, mirando el mundo y mirándose a sí con apertura al
cambio, haciéndose las preguntas cada una y cada uno: ¿Hasta qué punto vivo mi
ser mujer/hombre de una manera libre?, ¿Qué lugar ocupa el machismo en mi
vida?, ¿Soy yo enteramente responsable de las decisiones que vaya tomando en su
vida mi hija o hijo en relación con su ser mujer u hombre?
La violencia contra las mujeres y las
niñas es el resultado de una cultura que aún hoy es todavía machista. Pero está
en nuestras manos cambiar esto, porque somos mujeres, somos hombres y somos
cultura.
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