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miércoles, 14 de agosto de 2019

Inicio de la historia jamás contaba


Toda historia se inicia con la frase de “erase una vez, una soleada mañana del verano de 2019. Claudia, hermosa y acaudalada viuda vecina de El Palmar (Murcia), salió al balcón de su amplia mansión para observar el paso de la ciudadanía durante un polvoriento día subsahariano; sus bellos ojos se posaron en la figura de un diestro varón de ronca voz y varonil estampa.


El apuesto caballero, de nombre Antonio, viudo también, comerciaba ganado y era dueño de casi la mitad de carnicerías de España; se dirigía a Mercamurcia a negociar con los carniceros de la zona.
El flechazo de Cupido fue certero, -¡inmediato!-. No pasó mucho tiempo antes de que las campanas de boda, repicaran -¡hasta más no poder!- en la blanca iglesita del lugar.
El frío de las navidades de 2019 obsequió a la feliz pareja un hermoso varoncito. Fue en la pila de bautismo donde el niño lloró con rabia -no por la fría agua bautismal- sino por el nombre que le encajaron: Antonio Donato de la Caridad.
¡Con justificada razón gritaba el niño ante tan brutal atropello!
Con escasos dos meses de nacido, el pequeño Antonio, a quien su familia apodaba cariñosamente “Toñito”, viajó hasta su nueva residencia en el palacete familiar situado en la lujosa finca Buenavista de Alhama de Murcia, sitio de origen de su padre.
Desde muy pequeño, su infancia estuvo plagada de travesuras; creció entre cerdos, “potrillos”, borregas, “conejitos”, frecuentes escapadas a bañarse en las pozas de los ríos, y bajar los barrancos de Gebas.
Concluidos sus estudios primarios, durante las soleadas mañanas de verano de 2022, acostumbraba trasladarse sobre los su patinete blanco descapotable a la finca de su padre, al noreste de El Palmar. Ahí, bajo la sombra de un viejo roble, pasaba largos ratos dejando volar su imaginación.
Los domingos y días festivos, disfrutaba paseando por el centro del pueblo en el Tesla familiar, al lado de su hermana Rosalía, de impresionante belleza.
Don Antonio, padre cariñoso, pero con un carácter de los “once mil diablos”, explotaba frecuentemente cuando perdía dinero en las mesas de juego de su propio Casino. Vicio, que con el tiempo le haría perder la fortuna familiar. Los fines de semana, se dedicaba a jugar al Poker online y apostar en los Xgames de Fornite.
Si la diosa fortuna lo favorecía, llegaba a su casa cantando y repleto de regalos. Si lo desfavorecía, llegaba hecho una fiera, lanzando la noble bestia contra los amplios portones de madera. ¡Y todo mundo corría a esconderse!
En uno de esos “grises” días, reclamó a Toñito por ser el único de sus hijos que no le ayudaba en sus negocios de carnicería. Lo cierto del caso, es que por esa lejana época, al joven le había entrado la vanidad y le gustaba andar muy “prendidito” “echando “ojitos” a las muchachas más lindas de El Palmar.
Acatando las órdenes de su padre, se presentó una mañana muy temprano a trabajar vistiendo muy “acicaladito”. Don Antonio, al verlo, entró en coraje. Tomó un hígado, lo partió por la mitad, y se lo restregó en su blanca y planchada ropa.
-¡Para que aprenda cómo trabajan los hombres!-… Le dijo.
Entre lágrimas y manchas de sangre soportó la angustia de tener que trabajar el día entero exponiéndose a la burla de sus amigos y no tan amigos. Este episodio, dejó honda huella en el joven, quien no tardó en tomar la decisión de abandonar las comodidades de su choza y marcharse en busca de aventuras. – Contaba con apenas 12 años de edad-.
Una oscura mañana de invierno, abandonó su casa con una mochila, dos mudas y una pesada carga de sentimientos encontrados; le dolía dejar atrás a sus seres queridos, su “pandilla” y sus consolas y juguetitos electrónicos. Marchó rumbo al sureste, por la ruta del desierto de Tabernas; zona que conocía muy bien. Caminó entre fincas e invernaderos, cruzó el Córdoba, subió por toda Sierra Morena y finalmente llegó a la calle de Sierpes en los planos de la estepa sevillana.
Unos amigos, le habían comentado sobre el aérotranvía que partía desde Sevilla hacia el centro de Lisboa… Intentaba llegar a la estación del ferrocarril del Atlántico… ¡Lo logró! Se “coló” entre los pasajeros; viajó de polizonte.
Se bajó con un fuerte aguacero. No sabía qué hacer, hacia dónde dirigirse. Finalmente, llegó la temida noche: -oscura, mojada, llena de misteriosas sombras y preocupantes ruidos. Buscó refugio en un bodegón a medio construir, y ahí, arrinconado y hecho un “puño de nervios”, pasó la noche.-
¡No pudo conciliar su sueño! lleno de angustia recordaba las historias de “aparecidos” que les contaba, en su casa, el “cuentero Bot Hacker”. Para colmo de males, un ejército de mosquitos en perfecta formación y atacando en picada lo atormentaron durante la larga noche.
Al día siguiente, muy temprano, lo encontró el dueño de la construcción. El buen señor, un reconocido Youtuber de Portugal, se conmovió del lamentable estado del muchacho quien no terminaba de controlar su “tembladera”.
Lo llevó a su casa. Su esposa, buena cristiana, lo calmó y alimentó. ¡Prácticamente lo adoptaron!; por espacio de algunos meses trabajó en las redes sociales del Youtuber, subiendo videos, promociones y remitiendo emails.
Nunca comentó quienes eran sus padres y cuál era su lugar de origen. Temía ser devuelto… ¡Sabía lo que le esperaba!.
To be continued...

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