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jueves, 26 de enero de 2017

Sobre la muerte: el uso del tiempo

Querido Lucilio, actúa de la siguiente manera: reclama para ti la posesión de ti mismo, y recoge y conserva el tiempo que hasta ahora te arrebatan o sustraían, o que dejabas perder. Persuádete de que esto es así: nos arrebatan parte del tiempo, nos lo sustraen o lo dejamos perder. La peor de todas las pérdidas es la que ocurre por negligencia propia; y si lo consideras atentamente, verás que se emplea gran parte de la vida en obrar mal, la mayoría en no hacer nada, y toda en hacer lo contrario de lo que se debe. ¿Quién me
presentarán que dé su verdadero valor al tiempo, que aprecie el momento, que comprenda que va muriendo cada día?
Nos engañamos al pensar que la muerte está lejos de nosotros, cuando su mayor parte ha pasado ya, porque todo el tiempo transcurrido pertenece a la muerte. Haz pues, querido Lucilio, lo que me escribes que haces; emplea bien todas las horas, y menos dependerás del porvenir, cuanto mejor trabajes en el presente. La vida transcurre mientras nos detenemos. Todas las cosas nos son ajenas, Lucilio, solamente es nuestro el tiempo. De esta única cosa nos puso en posesión la naturaleza, pero es tan fugaz y resbaladiza que nos la puede quitar cualquiera; y tal es la necedad de los hombres, que agradecen los bienes insignificantes y despreciables, ciertamente sustituibles, que se les conceden y por nada cuentan el tiempo que se les ha dado y que, sin embargo, es un bien tal que ni el más generoso podría pagar jamás

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