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jueves, 29 de octubre de 2015

Reflejo de la luna

Sucedió que, por aquella época, un monje cayó perdidamente enamorado de una monja. Risa era hermosa, de una belleza radiante, a la vez resplandeciente y misteriosa. En su físico encantador, su tez, la elegancia de su cabeza, su porte pero ella le añadía una inteligencia penetrante, un carácter decidido una generosidad y una atención a los demás, y todo ello, brillaba con luz interior. Risa hubiera podido volver loco de amor a los más sabios de los hombres, tal vez de los monjes. Envidio no sentía nada por ella más que un amor poco razonable, exacerbado. No comía, no dormía, estaba distraído durante las ceremonias y rituales estaba obsesionado, no veía otra cosa que ella, no vivía más que para ella, corría a su perdición. Una noche cruzó la frontera, cometió el crimen supremo, se introdujo en su celda y le suplicó que lo amase.
Risa tuvo entonces el destino de Envidio entre sus manos. Hubiera bastado que gritará, que llamase a sus hermanas y hubiera sucedido lo peor. Pero ella no opuso resistencia, no manifestó ningún asombro. Tan solo dijo a Envidio que ardía de deseo.
Risa.-"Me entregaré a ti mañana".
Al día siguiente era la gran fiesta, con ocasión de la Iluminación de Buddha, el Emperador asistía a los oficios. Allí, en el santuario del templo Risa se apareció ante Envidio completamente desnuda.
Risa.-"¡Tócame ahora!".
Y entonces Envidio vivió su despertar. como esos dibujos en los que la forma y el fondo cambian de lugar en un instante, vio la realidad que hasta ese momento habia permanecido oculta. supo que su amor era artificial, fantasmagórico, que sus locos deseos eran como los reflejos cambiantes de la luna en la superficie del agua. el velo de la ilusión se había rasgado. Envidio accedió a la raíz del yo, a la verdad, a la paz.

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