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martes, 15 de septiembre de 2015

Compasión y paciencia invencible

La historia de los individuos y de las naciones demuestra que el odio jamás ha resuelto ningún conflicto.


Imaginemos que alguien, que un acceso de ira, nos golpea con un palo. Es evidente que nadie se le ocurriría montar en cólera contra el palo. Si reflexionamos bien, la persona que nos ha golpeado ha sido consumida por una llamada de cólera cuya fuente es la ignorancia. Ha perdido todo control sobre sí misma. De hecho, esa persona es un objeto de compasión como enfermo o un esclavo. No podemos odiarla de verdad.
En definitiva, el verdadero enemigo al cual no debemos permitirle piedad alguna es la cólera misma.
Efectivamente que lo mejor es evitar el enfrentamiento neutralizando al agresor o huyendo, lo cual no excluye la utilización de todos los medios apropiados y de toda la fuerza necesaria pero nunca con odio.

No tenemos que quedarnos pasivos ni utilizar la fuerza para destruir sino descubrir quién es el enemigo principal que es preciso combatir sin piedad (el odio, la cólera) cuyo deseo es perjudicar. 

En lo más hondo de uno mismo, hay que conservar una compasión invencible y una paciencia inagotable.

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