Los problemas nos acechan a cada paso, son inevitables. Sin embargo, la respuesta a estos estímulos depende de la idiosincrasia de cada persona y libertad individual, ante un mismo hecho puede provocar diferentes respuestas por distintos individuos.
En efecto, una cosa es el
hecho objetivo que ocurre para todos/as y otra es la interpretación subjetiva
de ese hecho, que es individual y que está mediatizada por la historia
personal, la educación, la cultura a la que pertenece cada individuo, sus gustos,
capacidades, miedos, etc.
Ser optimista inteligente no es
ver la vida de color de rosa, negando la realidad y pasando a la acción desde
la ingenuidad, la irresponsabilidad y la alegría tonta.
El optimista inteligente ve la realidad y la
acepta pero elige el optimismo como actitud para enfrentarse a ella, así como
comportamientos activos para que las cosas mejoren, pues “sabe” que desde ese
prisma podrá poner en marcha todo su potencial creativo, su disposición mental
más resolutiva, sus cualidades e iniciativas para dar con la mejor manera de
afrontar las vicisitudes de la vida, pues los optimistas (se entiende,
optimistas inteligentes), tienen expectativas de resultados positivas, es
decir, esperan que el futuro deparará más éxitos que fracasos.
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