Si me preocupo en exceso de mi mismo y de mis sentimientos, mi atención permanece concentrada en mi propia persona.
Por el contrario, cunado estoy absorto en alguna actividad, como por ejemplo poner los nombres y apellidos a todos los libros de mis hijos, rara vez experimento ansiedad.
Cuanto más atención presto a sintomas emocionales como la ansiedad, más fijo mi energía y mis esfuerzos en ellos en lugar de centrarme en lo que deseo hacer en ese momento a pesar de los sentimientos desagradables.
Si acepto mis emociones y las reconozco por completo mis sentimientos, los dejo tal como son y sigo adelante con mi vida.
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