El miedo es como la pequeña araña del jardín que nos hace retroceder de un salto, o bien la intrépida avispa perdida que se posa en el brazo y a la que culpamos cuando sufrimos un accidente.
El problema no es el miedo en sí sino nuestra reacción frente a él, el modo en que tratamos a los animales o insectos que nos asustan.
El miedo es como un animal arrinconado en nuestro interior que muestra los dientes, el más bajo común denominador de la experiencia humana.
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